martes, 3 de enero de 2012

Muerte, canibalismo y la estrella que nace

El Observatorio Astronómico (OAF) de la Fundacion Ceo Ciencia e Cultura, impulsado por Universidad de Vigo, Asociación Astronómica de Vigo y por el Concello de Forcarei, una pequeña instalación en un lugar elegido por su baja contaminación luminosa y su situación central en Galicia, es escenario permanente de lo que Luis Miranda, el gestor científico del centro, califica de “drama estelar”. Desde que el OAF se puso en marcha, a finales de 2008, su “ojo” ha logrado captar la muerte de estrellas convertidas en supernovas y el “canibalismo” entre galaxias, donde unas se “comen” literalmente a sus vecinas en una digestión que se prolonga durante millones de años. Y también, en sentido literal, del nacimiento de una estrella, un hecho no tan extraño y sorprendentemente rápido en los estándares cósmicos: a veces apenas unos miles de años tarda en comenzar a brillar, apenas un segundo teniendo en cuenta que un sol puede durar 10.000 millones de años. El que da luz a la Tierra está todavía al final de su juventud, con apenas 5.000 millones de años, así que le queda cuerda para rato, ironizaba Miranda, “si es que no nos equivocamos en los cálculos, claro”.
Un día de temporal de viento y lluvia y en medio de una loma, en el terreno cedido por el ayuntamiento de Forcarei, el observatorio, pequeño -apenas ocho metros de diámetro y dos plantas- pero bien preparado para dar guerra. Al frente un pequeño grupo con el presidente de la Fundación Ceo al frente, Enrique Alonso, todos muy satisfechos por los éxitos obtenidos en la localización de cuerpos celestes. Uno de ellos, una nebulosa espectacular en su colorido, se encontraba a una distancia estimada de 45 millones de años luz, tan brutal que resulta imposible de explicar en kilómetros: no habría espacio para colocar los ceros. Aunque poco al lado del radio del universo, que se estima en 14.000 millones de años luz.
El proceso de localización y fotografía de los astros está presidido por dos factores: ciencia y paciencia. La primera, para tener expectativas estadísticas rigurosas sobre la posibilidad de que ocurra un fenómeno reseñable; la segunda, para seguir con calma y cierta tranquilidad un proceso que puede o no darse.


El resultado final es una colección de imágenes que es el orgullo del observatorio y que suponen la plasmación de un trabajo bien hecho que ha sido ampliamente reconocido y divulgado.
Además de Luis Miranda y Enrique Alonso, el equipo se completa con Agustín Iglesias, Jesús Pérez Bastos, Jorge Cabaleiro y Ana Ulla, responsable de astronomía de la Universidad de Vigo y a menudo el rostro visible del Observatorio de Forcarei. Además, dos técnicos que trabajan de forma estable en la composición de las imágenes captadas. Aunque la fundación puso en marcha el proyecto de forma semiprofesional, ha evolucionado hacia un trabajo de calidad gracias a un telescopio que es el segundo de Galicia por su tamaño –la lente del universitario de Santiago es mayor, diez centímetros más, 60 en total- pero que no estaría por debajo por sus resultados. “Aquí combinamos docencias, divulgación e investigación a todos los niveles, así se planteó su puesta en marcha”, señaló Ulla. Prueba de ello son los más de 3.000 escolares que pasan al año por la estación para conocer qué hay más allá de las estrellas de la bóveda celeste. “La calidad de la óptica es buenísima y en ese sentido sí que competimos con Santiago e incluso podríamos estar por encima y podría ser el mejor de Galicia”, añaden. Su coste ascendió a 80.000 euros que se sufragaron entre los patrones del OAF.
La mayoría vive en Vigo y se desplaza de forma regular para seguir las observaciones, que nada tienen ya que ver con las estampas del pasado, salvo en la cúpula que se abre en los días en que no llueve, el cielo está lo más despejado posible y las condiciones de humedad no superan un determinado límite, pasado el cual la lente se empaña. No hay visión directa desde el “ojo”: los astrónomos fijan posiciones en el profundo espacio y una cámara va recogiendo los datos, que después se procesan en un ordenador, dándole los colores y eliminando las imprecisiones hasta alcanzar un resultado espectacular. Nebulosas en dos colores, grupos de estrellas que se superponen o enanas blancas expirando conforman una colección que puede competir con calidad con las mejores instalaciones. Como prueba muestran dos fotografías de la misma galaxia, una realizada por la NASA y otra por el OAF, sin que haya diferencias significativas. Reconocen su orgullo por las supernovas, difíciles de localizar hasta el punto de que hay verdaderos especialistas en su rastreo. En esencia, consiste en un destello masivo de una estrella que se mantiene durante un tiempo, lo que lleva a que parte se va dispersando por el espacio conformando mantos y otros fenómenos muy llamativos, que tienden a ir disipándose. Dos de estas supernovas se encuentran entre las fotos más interesantes durante los menos de tres años de funcionamiento efectivo del observatorio. Y además, las galaxias “caníbales”, captadas también desde el telescopio de Forcarei. Explica Luis Miranda que se da cuando dos constelaciones se encuentran relativamente próximas y una de ellas comienza a “comerse” la materia de la otra, hasta acabar liquidándola. La propia Vía Láctea podría estar haciendo eso mismo con las llamadas Nubes de Magallanes, un grupo estelar relativamente cercano y muy conocido por los navegantes australes, comenzando por su epónimo.
En cuanto a datos técnicos, el telescopio es un RCOS (Ritchey Cretien Optical System) de muy alta calidad con un tamaño de 60 cm de diámetro, 1.3 metros de longitud y un peso de 68 kilos. El espejo primario, parabólico, tiene 51 centímetros de diámetro. La montura sobre la que se apoya el telescopio es una Bisque Paramount ME de tipo ecuatorial alemana, con error de apuntando menor que un minuto de arco y excelente guiado-seguimiento automático. http://www.atlantico.netleer mas

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