jueves, 12 de abril de 2012

¿Podemos sobrevivir a los asteroides asesinos?

El célebre físico y divulgador estadounidense Neil de Grasse Tyson, que se encargará de presentar la segunda parte de la serie Cosmos, cuya primera parte escribió y presentó el mismísimo Carl Sagan, ha escrito recientemente un artículo en Wired acerca de nuestras posibilidades de sobrevivir al impacto de un asteroide. El título del artículo muestra optimismo y un tanto de advertencia: "Podemos sobrevivir a los asteroides mortales, pero no será fácil". Por cierto, ¿sabías que las probabilidades de que te mate un asteroide son aproximadamente las mismas a morir en un accidente de aviación?
Obviando las más de 100 toneladas de escombro estelar que se vaporizan cada día al entrar en la atmósfera, y centrándonos en los más de 1.000 conocidos y catalogados como "potencialmente peligrosos" (en base a su tamaño y trayectoria), de Grasse Tyson cree que es factible desarrollar un sistema de alerta temprana y defensa contra asteroides mayores de un kilómetro de longitud.
Con los más pequeños, los que reflejan menos luz y por tanto son más difíciles de detectar a grandes distancias, no podemos hacer nada de momento. Tal y como relata Grasse Tyson, estas pequeñas rocas poseen la suficiente energía cinética como para incinerar naciones enteras, pero no llevarían a la especie humana a la extinción.
Cada pocas décadas, un cuerpo del tamaño de una casa impacta contra la Tierra. Normalmente explotan en la atmósfera y no dejan tras de sí un cráter u otras huellas delatoras. Sin embargo, una vez cada 100 millones de años, la Tierra recibe la visita de un cuerpo celeste capaz de aniquilar a toda forma de vida mayor que el equipaje de mano que subimos con nosotros al avión.
Centrémonos en el más famoso de los últimos tiempos: Apophis. Tyson establece su tamaño diciendo que llenaría el Estadio Rose Bowl (con capacidad para más de 90.000 espectadores). Este asteroide pasará muy cerca de nosotros el próximo 13 de abril de 2029, de hecho rozará por debajo de la altitud de nuestros satélites de comunicaciones.
Si ese día su trayectoria pasa dentro de un rango de altitud muy estrecho al que llamamos "la cerradura", entonces la influencia de la gravedad terrestre sobre su órbita garantizará que siete años más tarde, en 2036 (durante su próxima vuelta alrededor del Sol), golpee la Tierra directamente en algún lugar del océano Pacífico.
El tsunami que crearía devastaría todas las líneas costeras del océano Pacífico. Si por el contrario Apophis no entra en "la cerradura" ya no tendremos nada de que preocuparnos en 2036.
Relacionado: ¿Golpeará Apohis la Tierra en 2036?
Hay muchas probabilidades de que esta vez no pase nada, pero la presencia de cuerpos similares ahí fuera debería de actuar como acicate para la elaboración de estrategias de defensa. ¿Cómo protegernos contra ellos?
Algunos proponen bombas nucleares e incluso bombas de neutrones para alterar la órbita del asteroide. Otros proponen anexarle cohetes (o una vela solar que aproveche la energía de la luz del Sol) por un costado para ir variando la órbita del asteroide asesino.
Sin embargo, la opción favorita de Tyson se decanta por el tractor gravitatorio. Esto implica situar una sonda espacial cerca del asteroide asesino. A medida que la gravedad de la roca atraiga a la nave hacia sí, un conjunto de retrocohetes se activará provocando el efecto inverso, que sea el asteroide el que se acerque a la sonda. De este modo se podría alterar su órbita de forma paulatina, hasta alejarlo del rumbo de colisión con la Tierra.
Pero lo primero es lo primero. Antes hay que catalogar cualquier objeto cuya órbita se cruce con la de la Tierra. Luego poner a los ordenadores a trabajar calculando cientos de miles de órbitas. Y mientras tanto, habría que planificar misiones al espacio para determinar con todo detalle la estructura y composición química de los cometas y asteroides.
Tal y como concluye Tyson, si nos extinguimos por esta causa, seremos la civilización de la que se rían todos los alienígenas de la galaxia, porque a pesar de tener un cerebro grande y un programa espacial, acabamos igual de mal que los "descerebrados" dinosaurios. 
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